La premisa inicial de la que parte todo el tinglado montado por Niccol es MUY, PERO QUE MUY BUENA. Esta consiste en un futuro donde el reloj biológico del ser humano se para a la edad de los 25 años. En ese momento aparece un contador verde en su antebrazo derecho que le dota de un año de vida. El tiempo se convierte en capital y moneda de cambio. A través de las muñecas ese contador puede subir o bajar. Funciona como una tarjeta de crédito y si tu saldo es cero te da un calambrazo a la altura de la espina dorsal y mueres. Los más ricos (los menos) acumulan ingentes cantidades de dinero tiempo lo que les permite vivir casi en la inmortalidad. Los más pobres viven al día por conseguir horas, incluso minutos, que les permita sobrevivir. Lo dicho, un argumento lleno de posibilidades que el director y guionista jamás explota.
En ese aséptico futuro las personas viven en distritos de franjas horarias separados por peajes. Esto hace que los menos afortunados no puedan salir de guetto/barrio. Y en uno de estos barrios obreros (con sus bandas mafiosas y todo) se encuentra nuestro héroe Will Salas (Justin Timberlake) que vive lo más dignamente posible con su tremendísima madre (Olivia Wilde). Él acepta el sistema, duerme poco y corre mucho, apurando cada segundo y minuto. Trabaja en una nave industrial junto a su borrachín compañero interpretado por Johnny Galecki (Big Bang Theory). El caso es que Will Salas tiene un golpe de fortuna al salvar a un hombre con tendencias suicidas que tiene un preciado siglo en su antebrazo. Ese siglo pasa a Salas y, por caprichos del destino, el sistema (gracias a la inflación de precios como metáfora) se carga a su madre, lo que le da al protagonista un motivo para cambiar las cosas . Así que lo primero que hace es irse a la lujosa zona horaria de los ricos donde no se conocen las prisas. Allí conoce al Emilio Botín de la historia (el humano más longevo, dueño de gran parte del crédito del tiempo) y se queda prendado de su hija Sylvia Weis (oh! los dos protas tienen siglas capicúas WS/SW ¡que ingenioso!). Por otro lado tenemos al personaje de Cillian Murphy como uno de los “guardianes del tiempo”, una organización que se encarga de encontrar ese tiempo extraviado/ robado/ apropiado indebidamente. Llevamos media hora de película y todas las cartas están sobre la mesa. Estamos atrapados por la trama y cuando pensamos que tiene que explotar y ser mordaz, va y se caga en los pantalones. Se convierte en un film de acción y persecuciones del montón.
Esto no nos lo podemos esperar del hombre que escribió el libreto de El Show de Truman. Aquí nos regala una película globo que de repente se desinfla. Y lo que es peor se desinfla de forma chusca, repetitiva y con unos agujeros en el guión del tamaño de un queso gruyer. Perdí la cuenta de la cantidad de escenas donde Timberlake y Seyfreid corren de la mano, ella con unos tacones de infarto por cierto. Una pareja que de repente son Robin Hood, que lo mismo se dan por rendidos o que se convierten en Bonnie & Clyde. Con sus personajes ocurre una digi-involución. Cuanto más avanza la trama, más vacíos y superficiales parecen los protagonistas. Todo se vuelve más noño y se produce porque sí, casi sin ninguna lógica. Y ahí está un pobre Cillian Murphy que guarda la compostura como puede y acaba por convertirse en el personaje más interesante, a pesar de su ridículo final.
Y en cuanto a los agujeros del guión aparecen en todo el tramo final y la conclusión. Para los que la hayan visto solo diré una escena: la de los guardaespaldas (eso sí que es pura sci-fi). Aunque también podría referirme a la última aparición del sacerdote o como se resuelve la trama de la organización de “los guardianes del tiempo”.
La última película hecha en Hollywood que tuvo un par de cojones haciendo una feroz crítica al consumismo fue El Club de la Lucha. Se pegó un batacazo en taquilla y hoy en día es una obra de culto. In Time es un film que pretende criticar al capitalismo más salvaje (el que vemos en la actualidad) donde de una crisis brutal afecta a la mayoría de la población mundial mientras una elitista minoría se hace aún más rica. Pero en algún punto de proceso Niccol se daría cuenta que es contraproducente morder la mano que te da de comer y se achantó, si es que los productores no metieron mano. Nos deja un mero entretenimiento con la sensación de lo que pudo ser y no fue (y lo que no es, ni mucho menos, es la Gattaca del SXXI). In Time fue Trending Topic en Twitter el día de su estreno en España y ya ha recaudado 1 millón y medio de euros en nuestra taquilla pero con el paso del tiempo nadie la recordará. Y hasta Amanda Seyfried sale fea con ese pelucón a lo Cleopatra (¡ya lo he dicho!) .
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Crítica publicada también en El nido del canalla